Siempre en junio

 



Cuando veo esta foto siento mucha nostalgia, a pesar de que me gusta mucho. 

Pienso mucho en esos días que para nada eran lo que una quisiera vivir. 


Esa era yo, unas semanas después de haber pasado uno de los peores momentos de mi vida, seguía sonriendo, seguí comiendo, trabajando, me reía y dormía normal, corrí un medio maratón y seguía en pie correr mi primer maratón. 


La realidad es que había bajado 5 kilos, había vuelto a fumar como cuando la cajetilla costaba $30, estaba aislada de la gente, lloraba en mi baño casi todo el día y despertaba en las madrugadas a pensar.


Quienes estuvieron cerca de mi este año conocieron lo que tal vez ha sido mi punto más bajo, pero el que vivía en esta foto nunca se iguala con nada. 


Para esos días solo tenía dos cosas en la cabeza, Pellicer y ese poema que siempre han hecho de las suyas desde que me lo encontré husmeando en el librero de mi abuelo, un junio precisamente. 


Me la he pensado en escribir esto porque es algo fuerte, es triste y porque ni las palabras pueden explicarlo tan bien pero si algo aprendí es que hablar sana. 


En mis recuerdos solo sé que respiraba y decía “que esto se acabe rápido”, dolía y mucho, de todas las maneras posibles estaba doliendo. 

El medicamento no estaba funcionando y esperar solo me estaba haciendo enloquecer, porque en el fondo cuando sabes que algo está mal, es porque está mal, supongo que es un superpoder de mamá. 


Pasaban las horas y la situación cada vez era peor, la sensación, el miedo, la espera.

No me quedó más remedio que irme a dormir. 

Desperté y yo sabía qué había pasado, tal vez un poco dudosa de mí y del sentimiento, me levanté y entonces todo sucedió. 

De ese momento al quirófano siento que fueron eternidades. “Fernanda, vas a contar del 10 al 1, poco a poco te vas a quedar dormida, tranquila vas a estar bien” me decía el anestesiólogo, no sé cuánto tiempo habrán tardado, solo sé que después empecé a reconocer las voces de todos los que estaban ahí antes de noquearme con la anestesia y entonces mientras reaccionaba me di cuenta que todo lo que había pasado era real. 

Ya todo había acabado, podía irme a casa y descansar, solo pensé en eso, en dormir. 

Llegué y lo único que quería era regresar el tiempo para encontrar el momento exacto en que pude haber detenido esto. ¿Cuándo empezó todo realmente? ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Qué hice mal? ¿Por qué yo? ¿Qué sentido tenía todo esto? ¿Qué estoy pagando? ¿Quién me deseó esto? 

Necesitaba respuestas y no hubo ni un solo minuto en que no pensara en ello y al menos las semanas siguientes nadie me supo explicar. 


Mis días consistían en escuchar “tranquila va a pasar, tienes que confiar, eso te pasa por haberlo dicho antes de las 12 semanas, era obvio que algo estaba mal si tú no podías tener bebés, es muy común abortar, supéralo ya vendrá otro en camino, estaba muy chiquito no es para tanto, ni lo tuviste tanto tiempo, que bueno que fue ahorita, así no te encariñas tanto, afuera hay personas sufriendo de verdad”. 

Supongo que quienes decían eso no sabían que se siente tener algo que deseaste y que de la nada llegaran a quitártelo y no los culpo, nadie en esto era culpable. 


Me tomó varias semanas levantar todo lo que se había caído, siendo honesta muchas cosas no pudieron recuperarse del todo pero si algo sé hoy es que todo tenía un propósito porque sí, la vida le puso uno muy importante aunque para ese entonces no lo sabía. 


Los días no mejoraron, a decir verdad yo sentía que seguía perdiendo como si yo hubiera traído al mundo a Donald Trump y la vida me cobrara ese karma. 


Pero entonces vuelvo a la foto, donde por ratos me sentía muy bien, parecía que todo estaba avanzando, podía empezar otra vez.

Lamerse las heridas estaba teniendo sus efectos. 


Resiliencia es la cara que ven porque me tomó mucha de ella llegar al día de hoy. 

Había dejado de ser yo para ser otra yo. 


Aún pienso en mi primer bebé, como si fuera parte mi conciencia, hablo de él porque existió y porque me dejó una gran lección de nobleza y de humildad. No hay ciclo que cerrar, su esencia persiste, está presente en muchos aspectos de mi vida y espero que así sea siempre. 


Hablo de esto porque fue un momento muy salvaje de mi vida y porque no solo lo bueno es digno de presumirse, los malos momentos nos hacen apreciar los buenos. 

Porque de esa foto me siento orgullosa por sonreír a pesar de todo porque como dice Natalia:

 Cúrate, mi niña, con amor del más bonito y enciende el fuego
Entrega tus dolores que se vuelvan polvo y vengan nuevas flores”.



Comentarios

Entradas populares

Lo más visto

Comunidad