Yo solo tengo madre
He pensado mucho en ella.
De un tiempo para acá he analizado mucho su travesía como mamá.
Me he llenado últimamente de información por todos lados, que si la maternidad deseada, que la realidad de ser mamá, 5 cosas que no sabías que pasaban en el embarazo, si hablas diario con tu mamá vive más.
Pienso en mi mamá, pero me gusta pensar más en ella como una persona que es mamá pero que no solo es mamá.
Mi mamá se embarazó de mi a los 17 años y nací 4 meses después de que cumpliera 18.
Yo la convertí en mamá, ese es mi primer crédito en esta vida. Cinco años después nació mi hermano, tan solo a los 23 años mi mamá ya tenía que preocuparse por dos personas que crecen, comen, cagan, lloran y necesitan atención todos los días. No solo eso, nadie le enseñó a ser mamá.
Pienso en su maternidad como algo muy difícil, muy solitaria pero sobretodo muy valiente.
Mi mamá y yo nos hemos acompañado durante casi 29 años, o bueno 29 si contamos los días que pasé viviendo en el mismo cuerpo que ella.
Nunca he olvidado que desde niña me decía “eres mi única compañerita en esto” mientras nos comíamos un plátano con chocolate líquido y veíamos Beverly Hills 9210 en sábado por la tarde, después de hacer el quehacer. Ese era nuestro pasatiempo de aquellos días y solo éramos ella y yo contra el mundo y contra Ciudad Labor.
Compartimos mucho tiempo juntas y solas, por eso es que mi mamá y yo nos conocemos muy bien, aprendí a leer sus gestos y qué significa cuando voltea los ojos, entendí su lenguaje corporal y desgraciadamente le aprendí a deshacerme los pulgares por ansiedad, sé cuál es su color favorito y que es una persona que aún sigue creciendo, como tú, como yo.
La he visto llorar y reírse, enojada y decepcionada y hoy más que nunca la entiendo y la admiro.
A mi mamá no le gusta irse a dormir dejando trastes sucios en la cocina, tampoco le gusta la sobremesa después de la comida, no le encanta el sushi pero si estoy yo, está dispuesta a que esa sea la comida del día. Mi mamá no sabe jugar UNO sin enojarse y definitivamente mi mamá mejor que nadie sabe si estoy teniendo un buen día o no solo con escuchar el tono de mi voz. Le gusta que le preste mi ropa y zapatos, pero muchos años no me prestaba los suyos. Y definitivamente no le encanta cuando me río a carcajadas.
Mi mamá ha trabajado desde que es mamá, hasta el día recuerdo esas veces que en 9 de mayo a la salida de la primaria entraban las mamás por mis compañeros y lanzábamos pétalos blancos desde los balcones para recibirlas, yo no vi a la mía. Yo sabía que mi mamá estaba en su oficina, tratando de apurarse para llegar a la casa y ver el servilletero que armé con palitos. Mi mamá siempre recibió todo con amor, con el mismo que lo hacíamos, aún conserva el tortillero con una oruga bordada que mi hermano le dio hace 15 años y lo sigue viendo como la mejor pieza de arte, guarda en un folder todas las cartas que yo le dejaba pidiendo perdón por haber sido grosera, el primer dibujo de ella y yo tomadas de la mano, también conserva las cartas de los reyes magos y santa claus.
Mi mamá siempre lo ha intentado todo y lo ha logrado. Logró conseguir mi casita de Barbie y a los nenucos gemelos para que yo tuviera un buen regalo, ahorró para llevarnos de vacaciones y subirnos a un avión por primera vez, dejó lo conocido de un día a otro para empezar de cero con sus dos hijos y seguirles pagando la escuela particular.
Se iba a las 6 de la mañana todos los días para llegar a tiempo al trabajo y salir a tiempo para pasar tiempo con nosotros. Recuerdo a mi mamá preparando su ropa para el día siguiente y a la par enseñándome a planchar a los 8 años, actividad que definitivamente nunca he querido hacer, ese era nuestro tiempo juntas.
Mi mamá lo consiguió todo, todo lo que yo tal vez nunca pueda.
Consiguió la fuerza y la madurez para enseñarme las tablas de multiplicar y conseguir disfraces para los bailables dos días antes del festival.
Logró llegar a la firma de boletas y siempre tener útiles nuevos cada año, marcando con mi nombre lapiz por lapiz para después perderlos. Mi mamá nos consiguió paz a como dio lugar para que el impacto fuera el menos en nuestra infancia.
Mi mamá es guapa, es bonita como muchas mamás pero la mía más. Desde que vivo fuera de su casa solo trato de tener en mente sus palabras para sentirme mejor cuando es necesario, “Fernandita arréglate y cómete algo rico, vas a ver que te sientes mejor”. Y así me he ido convirtiendo más en ella, entiendo más cosas que nunca, como el por qué la cebolla siempre va en un tupper único, que debe de haber cuchillos para cada cosa que cortes. Que la crema de ojos se pone de día y de noche y que no debes exfoliarte diario y que el dinero no es importante, lo que importa es la paz.
Entonces la dejo de ver como mi mamá, la veo como esa persona que conozco de siempre, a la que le debo los traumas, el no poder hacer sobremesa a gusto, mi manera de querer y de cuidar a los míos que para mí es grandiosa, la veo como mujer que se encargó de mí y de otro chiquitín, la veo como la mujer que hoy es y ve series coreanas, la veo como la persona que siempre me da los buenos días y me llama para contarme cosas divertidas.
La veo porque yo solo tengo madre, mucha madre.
La veo porque solo a ella le debo, bueno y a Santander.
La veo porque no hay nadie en este mundo por quien yo me quedo aquí.
Gracias por la vida, Valeria.
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